ZUÑEDA EN LA HISTORIA
ZUÑEDA está situada en las partes norte-orientales de la provincia de Burgos, traspasado el Desfiladero de Pancorbo, en la homogénea llanada que forma la comarca de la Bureba, en el primitivo y exacto Camino de Santiago que, viniendo del País Vasco busca la ciudad de Burgos por Briviesca; Camino éste que en el siglo XII se corrió más hacia el Sur, por Belorado y Montes de Oca. Tierra lisa, propicia al cereal y al viñedo que inclina sus aguas hacia el Oroncillo, quien los traslada al Ebro. El nombre de ZUÑEDA lo leemos hoy, por vez primera en la fecha 19 de mayo del año 1085. El escribano la llama ZONNETA, que será una de las muchas maneras con las que se escribirá este nombre. El pergamino en el que se lee perteneció al Monasterio de San Pedro de Cardeña, en su conocido Becerro Gótico. En ése día hubo una fiesta grande en Cardeña: Resultaba que don Domingo Gutiérrez profesaba la Regla de San benito en el monasterio, ante el abad don Sebastián, y se entregaba con cuanto era y tenía, señalando la hacienda que poseía de sus padres en ZUÑEDA, que debía ser importante. A la profesión asisten un obispo, tres abades y otros altos personajes.
Pero éste Cronista se permite pensar que para el año 1085, ZUÑEDA contaba ya doscientos años de existencia. De hecho, ya es una Villa desarrollada, uno de cuyos hijos elige el gran monasterio de Cardeña para su consagración a Dios. ZUÑEDA, quizás, no posea la antigüedad de Pancorbo, Miraveche o Briviesca, pero es muy probable que, tras la reconquista de Pancorbo, hacia el año 885, por el conde Diego Rodríguez, en la repoblación que planeó este conde de Montes de oca, las Lomas y en la Bureba, naciera ZUÑEDA, como núcleo concejil, a la vera de la vía romana que desde Aquitania llegaba a Finisterre. El hecho de que no encontremos documentación sólo significa que ha podido perderse o que no hemos sabido encontrarla.
La presencia de lo monjes de Cardeña en ZUÑEDA fue augurio de otra mayor y más cercana que mantuvieron los monjes premostratenses del monasterio de Bujedo de Campajares, con el que la Villa mantuvo estrechas relaciones, cuya referencia nos ofrece una vida vecinal bien compartimentada, de acuerdo con la época.
Así, en la serie documental del siglo XII y XIII vemos a los vecinos organizados como labradores, clérigos pastores, terratenientes, militares, etc. Como se sabe, la fundadora de Bujedo de Campajares fue doña Sancha Velasco, una mujer brava y emergente, tronco de la gran Casa de los Velasco, uno de los linajes más notorios de la Historia de España. Los monjes de San Norberto de Premontré, de hábito blanco, eran grandes colonizadores y transmitieron mejoradas varias culturas.
La lectura de esos documentos nos ilustra sobre la vida real de los tiempos pasados. Por ejemplo: Ruy Bermúdez se hizo monje en Bujedo por una mala compra-venta que hizo con el conde de Bureba. Fortín López de Zuñeda vendió en 1211, por la importante cantidad de 150 maravedíes su hacienda a la abadía de Bujedo. Nos admira con qué cuidado señala la escritura los pagos donde hallan las parcelas: Camino de Vallarta; Cuesta León; Las Posadas; Pradillo; Madueña; Prado de Vivar; Palomares; Las arenas; Entreviñas; Valdefondón; Los Llanos; Valcuende; Valdehornillo y Fuente. Se hace mención de un molino, pero sin señalar su ubicación.
En 1216 sucedió entre Bujedo y Zuñeda un suceso pintoresco: Don Juan, el alcalde, con su mujer Doña Sancha y su hijo se presentaron en Bujedo para convertirse en familia monacal, entregando su casa y bienes en ZUÑEDA. El abad Don Pedro los recibió y, como los vio tan convencidos vendió la hacienda por 200 maravedíes… Pero el marido murió y el chico declaró que no quería ser monje. Menos mal que el comprador se avino a razones y anuló la operación con lo cual el chico se fue y su madre recuperó la mitad de sus bienes…
En éste mismo siglo XIII hallamos un dato que nos revela la población de ZUÑEDA podía contar hacia el 1250. El obispado de Burgos reorganizó su sistema de préstamos parroquiales y a nuestra Villa, que pertenecía al arcedianato de Briviesca, le señaló 35 maravedíes que, según el documento, correspondía al precio de un rebaño de ganado ovino de 350 cabezas. Parece que el método de aplicación consistía en aplicar un maravedí por vecino, lo que en el caso nuestro nos resultaría una población de 35 vecinos, reducible a unos 180 habitantes, cifra considerable en aquél siglo.
Pero lo que más interesa resaltar es la condición de la Villa Jacobea que, con todo derecho, debe gozar y mantener ZUÑEDA. Es sabido que el Camino de Santiago es un ser vivo, no sólo por los peregrinos que acuden a Compostela; el camino se ha movido hacia el Sur de acuerdo con la Historia, en este caso por la presión que sobre él podían aplicar los mahometanos, injusto ocupantes de España en el siglo VIII. En el siglo IX ya hay testimonios de centroeuropeos que viajaron a Galicia por la costa cantábrica. Luego, el Camino subió por las tierras burgalesas de las Merindades hasta el Pisuerga, para seguir por León a Santiago. Pronto, los jacobeos se adentraron por el País Vasco hasta Miranda, continuando por Pancorbo por la Vía Aquitania hasta Burgos. Para ahorrarse el arco que se formaba entre Pancorbo y Briviesca, los peregrinos preferían las lomas y, en dos leguas, llegaban a ZUÑEDA. Antes de alcanzar la Villa se alzaba la ermita de la Virgen del Camino.
ZUÑEDA era un poblado alegre, entre tierras de pan llevar y viñas. Se formaba un leve cerco que, quizá llamado zuño, dio el nombre al lugar, según piensan los filólogos. El dato más importante es que en la Villa funcionaba un sencillo hospital para algún accidente o emergencia, prestando Pancorbo como Briviesca, separados por cuatro leguas de Camino, resultaba una jornada de evidente comodidad. Parece que el hospitalillo de ZUÑEDA estaba instalado en buena casa y disponía de capilla y de dos camas y “buena ropa”. El dicho albergue o refugio se sostenía con las ayudas del vecindario, lo que habla muy alto del espíritu cristiano y santiaguista de la población. La iglesia parroquial tiene altares y tallas de mérito y está dedicada a San Andrés, apóstol. El término se alegraba con las ermitas de san Juan y de San Roque.
A juzgar por la documentación, ZUÑEDA fue siempre un lugar de movimiento financiero y de compraventa de tierras; a veces tropezamos con apellidos de alto tono, aunque no parece que la Villa saliera nunca del régimen realengo. La política y las contiendas armadas también se sirvieron de este escenario. Así, en el siglo XV, en las contiendas del reinado de Enrique IV, se construyó en el pueblo lo que la vecindad sigue llamando el Torrejón, una defensa local. En 1527, doña Leonor de Aragón, hija del duque de Villarremensa, vende esta torre, más una hacienda de viñas y de cereal a don Andrés García Escudero, vecino sin duda acaudalado de la Villa; la señora le vende también la “martiniega”, un impuesto que se pagaba por San Martín (11 de Noviembre), que solía pagarse al rey y una novena parte de diezmo que debía entregarse a la Iglesia. Hoy nos extrañan estas cosas, pero así sucedieron.
A partir del siglo XVI, ZUÑEDA se mantiene en la merindad de la Bureba, en la cuadrilla titulada de Santa María Ribarredonda, compuesta por las villas, todas pertenecientes al realengo, excepto Fuentebureba, de Calzada, Cubo, Miraveche, Santa María Ribarredonda, Silanes, Ventosa, Villanueva del Conde y ZUÑEDA. Según veremos, esta adscripción no era gratis, pues cada año debían entregarse en la caja de la merindad 450 reales, se supone que para los gastos generales de la misma.
En el siglo XVIII se mantuvo la pacífica convivencia vecinal y comarcal y, de ésta época, conservamos una excelente radiografía de la misma, a pesar de que, cosa rarísima, faltan cinco folios del expediente que hemos de manejar. Nos referimos al Catastro del célebre Marqués de la Ensenada, durante el reinado del rey Borbón Fernando VI. A pesar de esa mutilación nos va a permitir acercarnos a ZUÑEDA y conocer muchos de los detalles de su vida cíclica y diaria. Así, sabemos que en 1752 los vecinos de la Villa eran 44 y medio, incluidas cinco viudas (1/2 vecino) y 7 habitantes, forasteros que vivían en la Villa por algún oficio o comisión. Los 180 habitantes que asignábamos a la población en el siglo XIII hay que subirlos ahora a unos 225, comprobable con otros datos vecinales.
La población, perteneciente al Estado General, vive de la agricultura y de la ganadería y de su buena posición geográfica, al lado de la vía romana que todavía sigue en uso en este tramo. El Concejo tiene Casa Ayuntamiento y funciona una taberna, una carnicería y un mesón. En la taberna se gana 1500 reales al año, mitad para el tabernero y mitad para el Concejo. La carnicería sólo funciona tres meses al año y sólo sacrifica reses ovinas; no paga nada al ayuntamiento. El mesón es, sin duda, una exigencia de los viajeros que hacen la ruta Este-Oeste y que solicitan comer o dormir en ZUÑEDA. La viuda que lo regenta paga al Concejo 520 reales. Otro dato muy importante es que en la Villa funciona una casa de Postas, de cambio de caballos, a cuyo dueño se le calcula la importante ganancia de 3.200 reales al año. Es decir, que nos encontramos a ZUÑEDA convertida en centro de servicios, posición que no debió de abandonar cuando la carretera Nacional I derivó hacia el Norte, aislando a nuestra Villa.
En ella viven como labradores 35 vecinos que, a veces, reclaman jornaleros, cuyo salario diario es de 3 reales. Estos labradores disponen de su par de bueyes, animales que con las gallinas del corral y del cerdo de la matanza domiciliaria no suele tener en cuenta la Real Hacienda. Las cosechas de cereal (trigo, cebada, centeno, avena, yeros) aseguran el pan de las mesa; las huertecillas familiares proporcionan algunas verduras, pero nos faltan datos de frutales y parece que el vino está en recesión. También se cultiva el lino, en las fincas de más humedad; era entonces una planta industrial de varias y caras utilidades.
La ganadería de los vecinos de ZUÑEDA presentaba dos aspectos: El ovino, repartido entre casi todos los vecinos en un promedio de 25 cabezas, que sumaban una cabaña de 782 ovejas, carneros, borros y corderos. Parece también que cada labrador solía tener una muleta, es decir, recriaba de yegua o asna para redondear su economía. Sin embargo, las colmenas interesaban poco al vecindario, pues sólo se declaran nueve pies, con una producción de cuatro reales de miel y cera.
Como es obligado, el pueblo no se libraba de los gastos. De alguna manera, en la Villa actuaban varios funcionarios. Pongamos, en primer lugar, al que el cronista sitúa en el mayor merecimiento. Se llamaba don Marcos de Bonilla y es el maestro de primeras letras y de Instrucción cristiana. Parece ser que recibía un alumno por cada casa y que cada uno le pagaba una fanega de pan de trigo; eran 35 fanegas y media y ese trigo valía en el mercado 568 reales. Don Marcos encaraba una dura labor diaria frente a los alumnos, canturreando las tablas matemáticas, el Catecismo del Padre Aeste y las primeras letras. Pan ya tenía, pero para el resto trabajaba de sacristán, de campanero, relojero y hasta montaba por cuatro reales el monumento de Jueves Santo…
El Concejo pagaba al cirujano 36 fanegas de trigo; una de sus obligaciones era la de rapar las barbas a los vecinos una vez por semana. Al guarda del campo se le pagaban 18 fanegas de pan y otras 40 al pastor mayor. Al albéitar del ganado se le pagaban 332 reales; al médico, que residía en Pancorbo, se le pagaban 128 reales y al boticario de esa villa 320 reales. Al saludador del ganado, que venía desde Castil de Lences se le abonaban 29 reales. Al escribano 48 reales; a los visitadores de mojones, 3 reales.
Las fiestas de San Andrés se jaleaban a gusto y se invitaban a ciertas autoridades que costaban 100 reales; pero en refrescos se fundían otros 226 reales. La Semana Santa se celebraba con todo respeto y se traía un brioso predicador que recibía el estipendio de 115 reales. Para la redención de cautivos en manos de moros se destinaban 8 reales anuales. La parroquia percibía por diversos títulos, sobre todo por las procesiones que se hacían en San roque y San Juan y las que se encaminaban a Santa Casilda, San García, San Vítores, Busto y Grisaleña.
No se acababan aquí los dispendios. La Villa pagaba la ya citada martiniega a las monjas clarisas de Briviesca, que recibían 40 celemines de pan mediado y 100 maravedíes; la misma cantidad que debían abonar al cabildo parroquial. Tampoco faltaban dos censos, uno de 35.000 reales, al 225%, y el otro de 1.100 reales al 3%; total, 735 reales de intereses anuales.
ZUÑEDA, sin embargo, era un doblamiento de gente feliz, en cuanto lo consiente la fragilidad humana. La familia, el trabajo, la seriedad de la vida, el orgullo castellano y español, la vida cristiana informando las relaciones y la ilusión, hacían de aquellos hombres mucho más pobres que nosotros un modelo de sociedad en paz.
Por desgracia, las situaciones iban a cambiar muy pronto y no siempre para bien. A ZUÑEDA, al empezar el siglo XIX, le aguardaba un terrible calvario con la presencia de los ejércitos franceses del emperador Napoleón entre 1807 y 1813. ZUÑEDA era camino para todas las maniobras bélicas y los vecinos padecieron toda clase de desgracias. El mismo Napoleón durmió en Cubo de Bureba en la noche del 9 de noviembre de 1808, víspera de la derrota de los patriotas españoles en Gamonal, a consecuencia de la cual Burgos fue cruelmente sancionada. En 1820, durante la revolución del general Riego, volvieron los franceses, pero en esta ocasión en plan estrictamente militar. En 1833 estalló la primera guerra carlista. El imperio glorioso español se reparó.
Todos estos males repercutieron en nuestra Villa que en 1840 había disminuido su población a 135 habitantes. Mantenía entonces la Casa Ayuntamiento, la parroquial y la escuelita rural, asistida por 32 niños, cuyos padres seguían sosteniendo al señor maestro. La economía de la Villa se mantenía sobre las bases agroganaderas, con la preferencia del ganado ovino y mular. En el arroyo Ruzuñeda se pescaban buenos cangrejos.
Para entonces ya se había operado en España la norma política de la Constitución de Cádiz (1812) y España se había dividido en provincias y en partidos regionales. ZUÑEDA, como Bureba, pertenecía al partido de Briviesca. Al acabar el siglo, la población se cifraba en 207 habitantes; pero ya no se habla de mesón ni de casa de Postas. En 1950, la población había ascendido a 257 habitantes.
En la segunda mitad de siglo, la sociedad española fue testigo de una mutación radical: De una nación de economía primaria se cambió a una sociedad industrial y de servicios. Con muchos menos brazos en el campo se produjo más, mucho más, dejando en ridículo las cifras que conocemos de antaño. En el tránsito, algunos pueblos desaparecieron. Pero ZUÑEDA, aunque perdió las tres cuartas partes de su buena gente y se redujo a 64 habitantes, no renunció a su porvenir. Este mismo gesto de habilitar su expresión heráldica, expresa ya una fuerte voluntad de persistir en el recuerdo y de no rendirse ante las dificultades de futuro. ZUÑEDA sabe que hay principios inamovibles que hicieron los pueblos y los mantuvieron.
Fray Valentín de la Cruz
Cronista Oficial de la Provincia